jueves, 13 de octubre de 2016
martes, 4 de octubre de 2016
SOCIEDAD › OPINION ¿Las muertes violentas tienen color?
› Por Rodrigo Codino *
Asistimos
desde hace algunos años a un espectáculo que bien podría ser de ciencia
ficción respecto a los homicidios intencionales. En América latina, la
región más inequitativa del mundo, los muertos se cuentan de a miles
todos los años como si se tratara de un paisaje habitual; un hormiguero
que pierde parte de sus miembros naturalmente, pero a diferencia de las
hormigas que se alarman con la destrucción de su tejido social, nuestra
especie pareciera recorrer un camino irreversible hacia un destino
trágico..
La muerte violenta de la población más joven y pobre es la
característica que unifica en intensidad y cantidad pero en esta parte
del mundo un dato no es menor: los muertos tienen color y no es
precisamente el blanco.Nuestro continente a través de la historia nos enseña que ha sido el escenario de los tratos más deshumanizantes. Nacimos como países independientes ignorando la aniquilación de pueblos originarios y la recepción de seres humanos desterrados, maltratados y violentados. La trata negrera, la esclavitud, la servidumbre y el sometimiento de los indígenas marcó nuestro destino a pesar de que nos consideremos herederos de revoluciones libertarias, igualitarias y fraternales.
El siglo XX como sabemos no es ejemplo de humanismo, comenzamos con genocidios y concluimos con ellos. Pero hoy, en el siglo XXI, el genocidio tiene otra forma y no se oculta, se lo llama por goteo o a cuenta gotas. Las muertes violentas contemporáneas en distintos países de nuestra América actualmente ni siquiera provocan el estupor del siglo pasado. Los negros, los mulatos y los mestizos mueren día a día en Brasil, en México y en EE.UU. como si fueran hormigas y parecen de especie distinta a la humana. Mas de 50 mil el último año, a título de ejemplo, en la República del orden y del progreso. A pesar de ello, en estos países, desde los movimientos populares y sociales ante el silencio vergonzante de la política, se denuncia un racismo institucionalizado y un genocidio del pueblo negro, mestizo o indígena.
La criminología, que no siempre es entendida como crítica a la totalidad del control social, se caracteriza por llegar tarde a la realidad porque se refugia en supuestas teorías asépticas o científicas o sea, no contaminadas políticamente. Estas son elaboradas en laboratorios o universidades y debatidas en congresos en donde los especialistas algunas veces se felicitan por sus brillantes exposiciones y otras, se transforman en portavoces del dolor ajeno, no escuchan realmente lo que tienen que decir las verdaderas víctimas y desconocen el territorio en donde ocurren estos hechos. En estas convenciones académicas raramente intervienen aquellos actores sociales que defienden los derechos de los vulnerables en el barro, se presupone que estos no pueden aportar demasiado a nuestra disciplina mientras que en realidad son los que entierran los cadáveres silenciosamente y siempre están en acción para cambiar la realidad.
En Argentina el color de piel no aparece en las estadísticas de muerte violenta por homicidio pero sospechamos la predominancia de la tez trigueña entre ellas.
El racismo argentino tiene sus particularidades y el estereotipo no aparece tan claro como el brasileño, el norteamericano o el mexicano. Se aduce la ausencia –errónea por cierto– de orígenes africanos o indígenas en la conformación de nuestro pueblo, pero se reemplaza el estereotipo del negro por otros que cumplen la misma función excluyente y victimal: “el cabeza “, el “grone”, el “bolita”, el “peruca”, el “paragua”, el “boliguayo”, etc. Estos tienen algo en común con aquellos: no son blancos.
Los índices de homicidios siguen siendo muy altos en poblaciones vulnerables por conflictos interpersonales entre sus mismos integrantes que son en su mayoría personas de color distinto. Podría sostenerse a fin de soslayar el color de piel de las víctimas diciendo que en última instancia la resolución de los conflictos es violenta pero ocurre entre “ellos” y por lo tanto no corresponde hablar de racismo en nuestro país. Si bien es cierto que los serios estudios internacionales explican que cuanto mayor es la inequidad aumenta la violencia, otra explicación también es satisfactoria. Desde Frantz Fanon hasta aquí sabemos que la violencia en los casos de homicidios en los guettos o en los bolsones de exclusión se manifiesta primariamente contra los amigos, parientes o íntimos y esto podría significar que la víctima de la opresión se halla dispuesta a atacar a otras víctimas, compañeros suyos, que arriesgarse en agredir al temido opresor.
Nuestra hipótesis es que la mayoría de las víctimas de la muerte violenta por homicidio intencional en nuestro continente americano tiene su color y nuestro país no es la excepción.
Podríamos refugiarnos en el poema de Lumumba, quien fue el mártir africano fusilado y diluido en ácido por ser negro y creer en la igualdad, y lamentarnos con él diciendo: Llora, ay negro bien amado... En cambio, pregonamos que la criminología integre en el debate a los movimientos sociales y a los movimientos populares en miras de llevar a cabo estrategias comunes a fin de prevenir la muerte irremediable de estas víctimas de color. La acción académica en el campo popular, a la que adherimos, lo requiere. Estos movimientos conocen de vida y de muerte mucho más que los criminólogos y pueden enseñarnos lo que no aparece en los libros. Ellos son, como dice el Papa latinoamericano, sembradores de cambio.
* Docente y coordinador del Programa de
Investigación en Criminología de la Universidad Nacional de San Martín.
Docente de posgrado en la Especialización de Derecho Penal y
Criminología de la Universidad de Buenos Aires.
http://m.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-310915-2016-10-04.html
jueves, 29 de septiembre de 2016
"El Presidente se pone a la vanguardia de la reivindicación de formas extremas de violencia social"
- En Violencia Institucional
- Post 22 Septiembre 2016

Por Ileana Arduino*
Existe en la discusión mediática un crecimiento espiralado de maniqueísmos peligrosos para cualquier sociedad democrática. Racismo, odio de clase, misoginia, moralismos de toda laya, la buena gente y la mala gente, ellos y los otros, el chorro y el antichorro, el que mata y el que debe morir. Lo reticulan todo, hasta estrangular la circulación de ideas. Necesitamos debatir pero una condición irrenunciable es que cualquiera sea la resolución a la que se llegue, tiene que haber cabida para todos y todas. Al contrario, hoy se nos conmina a responder, como si fuera un juego bobo ¿y vos? ¿de qué lado estás? Ya no respecto de tal o cual política, sino respecto de la vida misma.
Llegamos hasta acá por una larga historia en la que las variables punitivas se han instalado y crecido sin que ninguna experiencia política haya decidido renunciar al riesgo de abusar de ellas. En esta escena, todo se agrava porque la proclama punitiva tiene como primera voz ni más ni menos que al Presidente de la Nación y su Ministra de Seguridad que, —como si no fuera parte del problema de la violencia en Argentina—, se pone a la vanguardia de la reivindicación de formas extremas de violencia social, por caso, personas matándose unas a otras. Debería preocuparnos vivir en una sociedad en la que la conducción política, lo único que nos propone democratizar en serio es la violencia letal. Esos avales más que explícitos a la ciudadanía Sheriff —como lúcidamente ha definido en su trabajo de lectura imprescindible sobre armas Darío Kosvosky— entrañan peligros ciertos de disolución social, tercerización de violencia mediante.
Tenemos que rechazar su consolidación hegemónica. Somos una sociedad en la que, aún con nuestras imperfecciones, hay elocuentes ejemplos de víctimas de delitos gravísimos que no sólo no han reclamado para sí venganza, sino que han ido más allá, politizaron la experiencia individual, comprendiendo las razones estructurales de las que su victimización fue una consecuencia, y sumándose a la lucha por las transformaciones en serio.
Históricamente, miles de víctimas de la dictadura cívico militar, no han realizado un solo hecho de venganza personal. Eso está ahí mostrando que podemos ostentar nobleza frente al conflicto, incluso frente al genocidio mismo. Una tradición que honran las miles de víctimas de personas torturadas en situación de encierro, los pibes de barriadas que a diario son humillados, amenazados, detenidos y cada tanto asesinados por policías de todo tipo, sin que nadie pueda reportar una sola venganza, ni siquiera cuando el derrotero de impunidades se sella con complicidad judicial.
Tampoco es cierto que no existan expresiones antagónicas a la venganza y la criminalidad por mano propia entre quienes son víctimas de delitos contra la propiedad. Incluso en casos con desenlaces fatales. Que no las conozcamos o que la masividad mediática no sea un beneficio que se le concede hasta el punto de negarlas como víctimas, nos plantea socialmente desafíos concretos o de mínima, preguntas.
Cada una de esas víctimas en su dolor puede expresar y decir, como le parezca, puede incluso pedir cosas que a los demás nos parezcan aberrantes, pero las obligaciones políticas y las nuestras como comunidad son muy distintas. Ojalá quienes sean que conduzcan los destinos del país se vieran más tentados a encontrar en esas experiencias claves, aliados para transformar la realidad, para mostrar cómo todos de un modo u otro estamos del lado del problema y que nadie sobra al momento de pensar soluciones. En lugar de malversar el legítimo dolor de otros y proponer en su nombre, con su aquiescencia, medidas que solo van a empeorar todo y reproducir nuevas víctimas.
Tampoco tenemos porque ser tímidos cuando, sin dejar de comprender que el dolor es una experiencia extrema, no acordamos con la respuesta que se demanda, ya sea porque la sabemos inútil o porque creemos que reducir violencia nos orienta mejor para resolver los conflictos. ¿Quién podría desconocer que es una experiencia indiscutiblemente horrorosa salir de un banco con un montón de dinero, embarazada, llena de proyectos, y ser baleada? ¿No es que serán políticas activas contra la no bancarización de las operaciones inmobiliarias, la eliminación de comisiones exorbitantes para que dejen de ilegalizarse operaciones comerciales, mejores prevenciones futuras que pedir la cabeza de ese joven en un país donde las condiciones estructurales aseguran su fácil reemplazo?
¿Cómo no va a espantarnos una mujer fusilada por el robo de una camioneta importada, hermosa, confortable, pero una camioneta al fin? ¿Dónde nos paramos cuando al encontrar la camioneta, las pericias indican que muchas de sus partes o repuestos habían pertenecido a autos robados antes? ¿Creemos que podemos mejorar si la política es la reproducción de bandas de pibes chorros constituidas en la sede de las comisarías, dispuestos a cualquier tropelía mientras puedan recaudar y no les toque pasar a disposición final por decisión del escuadrón policial de turno? ¿O es que mejor, nos paramos de mano en serio, frente a la connivencia política, policial y empresarial con los mercados ilegales?
Escapemos de los recortes con los que se delinea el contorno de “la víctima” amalgamados con la perentoriedad a colocarnos de un lado o del otro. Es una operación burda en la que algunos son reducidos, por un hecho o acto de una biografía plagada de complejidades como cualquier otra — aunque seguro más privilegiadas en privaciones de todo tipo—, a la bestialidad. Por carácter transitivo quienes nos negamos a esa reducción y las respuestas que desde ahí se fabrican, somos señalados como aval de las partes más horribles de esta historia.
La negación de lo humano mismo asegura una cosificación extrema, se nos impone asumir como una realidad dada el ellos o nosotros, extremando la diferencia hasta la supresión en lugar de pensar cómo desarmar o acortar esa distancia. Leía hace poco en el prólogo de un libro escrito por jóvenes privados de la libertad, bajo la coordinación de Alberto Sarlo que dice: “la mayor parte de la sociedad quiere que seamos cosas. Cosas débiles, ignorantes y vulnerables. Y cuando uno es débil, ignorante y vulnerable indefectiblemente dañará a quien lo rodea”.
Si es tan políticamente correcto, —porque ya nadie niega esas vulnerabilidades—, reconocer que ese es el derrotero previo, porqué luego nos conformamos con la parte en que descargamos violencia, para responsabilizar a algunos, en lugar de desmontar esa profusa fuente de producción de violencias varias que es la desigualdad? ¿Por qué no llegamos nunca a la parte en que eso se acompaña de exigencia y autoexigencia por muchas otras responsabilidades que emergen cada vez con más obviedad ante cada hecho delictivo? Eso sí sería actuar genuinamente en defensa propia.
En estos días, frente a hechos tan terribles, la dirigencia política insiste con los mismos caballitos de batalla de siempre: endurecimiento de las penas y las condiciones de encierro ¿Es que todos estamos dispuestos a confiar otra vez que el encierro en campos de concentración de la democracia, que es como regularmente funcionan las cárceles, cuánto más tiempo mejor, sin recursos ni sostenes que acompañen la experiencia una vez fuera, nos auguran un buen futuro? Sufrir se sufre ahí, mucho, se gesta odio, rencor seguro, hace frío en invierno y un calor aplastante en verano, salen gusanos en el cuerpo por heridas no atendidas, se pasa corriente con picanas o un cable a mano, se come engrudo, se mueren personas por tuberculosis, se quema la cabeza, se vive en guardia, de todo pasa, nada pero nada de eso evita el delito. Tampoco funcionan para la exigida reflexión, algo que sabe el Presidente cuando pidió la libertad del carnicero al que definió como un hombre de bien. No se favorece la reflexión, ni la resocialización ni ninguna re. Curiosamente la redistribución que es la re que sí deja ver resultados ante la violencia en otros lares, es la única re por la que en esta historia, en este momento, nadie aparece implorando.
Ayer hizo 16 años que Champonois, un asesino tan cobarde como recurrente de la policía bonaerense mató a Mariano Witis y a Darío Riquelme. Dos desconocidos, juntos repentinamente, porque el primero acababa de ser víctima de un robo que llevaba adelante el segundo. Bastó que interviniera el Estado para que los dos pasaran a ser fusilados. Ana María, la mamá de Darío, a quienes muchos considerarían bien muy bien muerto, se acercó a pedir perdón a la mamá de Mariano, Raquel Witis. Ellas lo cuentan en este reportaje que les hizo Luciana Peker en el suplemento las 12 del día 29 de agosto de 2003.
Aquí unos fragmentos:
P–Raquel, ¿a vos qué te pasó cuando se acercó Ana María? No es algo común que la mamá de un rehén se una con la mamá del ladrón que lo tomó por rehén...
R–Debo reconocer que a mí me costó un poquito más. Darío detonó un poco los hechos, pero el responsable de las muertes es Champonois, no hay otro responsable. Si la policía no hubiera intervenido lo más probable es que Darío estuviera en su casa y Mariano en la nuestra. Pero quienes debían haberlos protegido fueron quienes los fusilaron (…)
Ana María y Raquel no fuerzan su unión. No niegan los contrastes. La unión es tan clara como las grietas de dos vidas opuestas, dos realidades, dos Argentinas que viven paralelas hasta que la realidad las cruza, incluso, a la fuerza. A Ana María le tambalea la voz y Raquel la respalda: “Nosotros, antes de conocer a Ana María, siempre dijimos que ni Mariano ni Darío merecían ser fusilados. Si alguien cometió un delito debe ser detenido y recuperado para la sociedad, sobre todo cuando hablamos de jóvenes. ¿Nadie es recuperable? Todos somos recuperables si hay voluntad. La vida es una sola. No hay víctimas inocentes. Los dos son víctimas” (…).
Raquel: “La sociedad tiene que parar un poco y apoyar todo lo que lleve a la sanción adecuada, usando la ley, no la violencia. Y no tolerar más la impunidad” (…) “Estas pérdidas te desestructuran totalmente y te dan la posibilidad de construir bien”
El reportaje entero es una proclama política, leerlo es darnos una oportunidad. Pero hay tres ideas esclarecedoras: no es cómoda la complejidad ni comprender al otro, no es fácil resistirse a la forma simplificada de respuesta que significa el castigo frente al dolor, en segundo lugar, Raquel logra equilibrio, no niega la responsabilidad que le pueda atribuir a Darío cuando dice “un poco detonó los hechos”. La lucidez de ese “un poco” es central para comprender que, como señalé más arriba, hay distintas responsabilidades. Y por último un posicionamiento ético básico, fundante diría, socialmente indispensable: la vida es una sola.
Bien apunta la periodista, ellas vivían dos realidades opuestas, Raquel docente, Ana María empleada doméstica, Mariano universitario, Darío 16 años y con variadas detenciones. El acercamiento fue por el peor lado, la muerte. Un poco en estos días estamos igual, nos hablan de cerrar la grieta pero nos proponen medidas que se parecen mucho a cavar una fosa cada vez más grande.
Reivindicar estas vivencias y avanzar en las discusiones pendientes sobre el sistema policial, el manejo político, la falta de atención post-penitenciaria, la indolencia judicial frente a los intereses de las víctimas, son una oportunidad frente al abismo al que nos llevan quienes trabajan para encallar el debate. Ponerse del lado vital, tomar conciencia de la necesidad de que la tarea es dar vuelta todo, que es continua y enorme pero que alguna vez hay que empezar. Nadie puede querer fosas, con reglas claras, sin manipulaciones, seguramente acordemos que lo que hace falta es poder tender puentes.
*Abogada, con orientación en derecho penal, integrante de la "Comisión de Investigación de Violencia en los Territorios" y de la junta directiva de INECIP.
http://agenciapacourondo.com.ar/secciones/violencia-institucional/20726-el-presidente-se-pone-a-la-vanguardia-de-la-reivindicacion-de-formas-extremas-de-violencia-social
miércoles, 7 de septiembre de 2016
Sobre "el coraje". Violencia de Género y el Tribunal Oral 2 de La Plata
Falta de perspectiva de género en la aplicación del derecho penal
Falta de perspectiva de género en la aplicación del derecho penal
viernes, 26 de agosto de 2016
miércoles, 24 de agosto de 2016
“No entiendo y no entenderé jamás” Por Lucas Cabello
Durante mis primeros 6 años, me tocó vivir en el “Barrio Chino” de La Boca y después nos mudamos junto a toda mi familia a la calle Martín Rodríguez, donde no me tocó morir de casualidad, el día que me fusilaron, el día que tres balazos me dejaron acá, sentado en esta silla, escupiendo estas líneas.Como mi mamá tenía un buen trabajo, decidió mandarme hasta segundo grado en la escuela privada William Morris, pero finalmente terminé la primaria en la escuela pública Nº 1. ¡Y cómo olvidarme! Horas y horas jugando a la pelota con mis amigos. Jugando. A la pelota. Con mis amigos.
Cumplidos los 10, empecé a cuidar coches con un vecino, porque nos pareció una buena idea, mientras jugábamos a las cartas y a las bolitas en la esquina de mi casa, donde había un restaurante que siempre me llamaba la atención: no podía creer cuánta gente de traje iba a comer ahí. ¡Y qué coches! Siempre fui fanático de los autos. Por eso, a los 14, entré a trabajar en un taller mecánico durante la secundaria, pero el 29 de mayo de 2013, cuando nació mi hija, decidí dedicarme de lleno al laburo. Desde entonces, tuve muchos empleos: albañil, paseador de perros, ayudante de cocina, repartidor, kiosquero… Aprendí a darme maña, para todo.
Y sí, antes de recibir estos disparos, había empezado a trabajar de trapito.
Hice un arreglo de palabra con el dueño del restaurant Il Matterello, en la esquina de mi casa, donde alguna vez le cuidé el auto a Tinelli, Palermo, Arruabarrena… Todas las noches, laburaba de 19 a 2 de la madrugada y, aunque a veces la gente se iba rápido, otras se quedaba tomando vino y charlando, así que yo me quedaba cerquita de la ventana, suplicando: “Dale, salgan, que me estoy cagando de frío”.
Con el paso del tiempo, la Policía empezó a hostigarme o directamente echarme, aduciendo que no podía cuidar autos en la vía pública. Sin embargo, el dueño del restaurante me dijo: “Cuando te paren, vos avisame a mí, que yo les explico”. Y así sucedía. Mi vida no era simplemente estupenda y, si bien por momentos la pasamos muy mal, porque no teníamos nada, nunca jamás se me pasó por la cabeza salir a robar, ni para darle de comer a mi familia. Hice las cosas bien. Pero me pegaron tres tiros.
No me olvidaré más. No puedo. Fue la tarde del 9 de noviembre de 2015, a las 2 de la tarde, cuando estaba con mi hija y su mamá, Camila. Aquella vez, como otra, no teníamos comida. Y entonces fui a la panadería de la esquina, porque tengo la mejor onda con la panadera, pero al salir, el oficial Ayala estaba parado en la puerta de una casa vecina, donde había una consigna familiar por un conflicto entre dos personas. No era siempre un mismo policía. Me miró de arriba abajo. Le pregunté “¿Qué pasaba?”. Me respondió: “Nada, andá”. Crucé la calle y entré a la panadería. Saludé a la mujer. Charlamos un rato y antes de irme me regaló una bolsita con pan para mi hija, además de dos sanguches fiados. Cuando salí, lo volví a ver y cruzamos miradas, pero no nos dijimos nada.
Seguía parado en el mismo lugar. Y cuando estaba por entrar a mi casa, me advirtió: “Cuidado, ojo con lo que vas a hacer”. No me quedé callado: “¿Vos estás loco?”, le respondí. Y empezamos a discutir, subiendo el tono, porque yo no estaba dispuesto a dejarme humillar así. “Yo puedo hacer lo que quiera, porque soy policía”, me dijo. Y yo le contesté otra vez: “Si vos fueras policía, estarías en la calle corriendo a los chorros, no metido en una casa, jugando a la play”. Yo lo sabía porque solía visitar a mi vecino, para comer unas pizzas o tomar un Gancia. “Callate, callate y metete adentro”.
Para mí, la discusión terminó ahí.
Para él, no.
Entré al pasillo de mi casa y, al llegar al hall, escuché un paso fuerte en el escalón de la puerta. Di media vuelta y Ayala me estaba apuntando en la cara. No me dijo ni una palabra. Tiró.
Sentí el tiro penetrándome la pera. Y los oídos me empezaron a zumbar. Fuerte, muy fuerte. Cada vez más fuerte, como si mi cabeza estuviera a punto de estallar. Caí y me golpeé el cráneo contra el piso. Por unos segundos, sólo escuché un “i” continuo en mis oídos. Y después no sentí nada más.
No puedo sacarme de la mente el recuerdo del arma cuando martilla, en ese movimiento que hace para adelante y para atrás, como se ve en las películas. Ya estaba en el piso, cuando el policía se me acercó y me efectuó otros dos disparos. Camila salió del departamento y me levantó. Mi hermana le pidió ayuda al mismo tipo que me había disparado. ¿Qué se iba a imaginar cómo me acababa de fusilar?

Nunca voy a comprenderlo, no me entra en la cabeza. Yo jamás le tiraría a una persona, y menos estando en el piso. Si hubiera querido llevarme en cana, me hubiese pegado un tiro en la pierna. Pero no, quería matarme. Walter, mi vecino de enfrente, me subió a su coche y me llevó al hospital Argerich. Recuerdo el viento dándome en la cara. Escuché bocinazos, gritos y después más voces. “Apurate, apurate”, decía uno. “Un médico, un médico”, decía otro, más allá. No sé cuántos días estuve hasta que volví a despertar, pero ahí estaba mi papá. Le dijeron que podía quedar “sordo, ciego y mudo”. Me durmieron y me llevaron a traqueotomía. De mi estancia en el Argerich, no me acuerdo nada más.
Todavía tengo esa bala acá, alojada en la médula. Hay riesgo si se opera y, así, la bala está encapsulada. Tal vez, una vez que me saquen la traqueotomía, me coloquen una plaquetita para fijar dos vértebras fracturadas, pero eso llevará tiempo, porque no tengo fuerza ni para toser…
Y a veces, me falta el aire.
Pasan los días, pero no entiendo, no entenderé jamás. Me resulta increíble cómo un hecho provocado por un agente de la Metropolitana puede ser peritado por la misma Policía Metropolitana que lo cobija y no por una fuerza que pueda, al menos en teoría, obrar con mayor objetividad. ¡Fue esa Policía la que montó un cerco humano alrededor de mi casa, para sacarlo a Ayala! No lo taparon, para detenerlo. Lo taparon, para llevárselo.
Para colmo, buscando al supuesto “policía herido”, reventaron la puerta de mi casa, donde se quedaron durante 3 días, sin dejar entrar ni a nuestra propia familia, mientras María Eugenia Vidal informaba por televisión que yo había llegado al hospital caminando por mis propios medios…
Hasta el día de hoy no puedo caminar.
Ahora me espera una vida muy diferente. Desde el 1 de diciembre estoy en la clínica de rehabilitación Ciarec, ganando un poco más de independencia, a fuerza de ejercicios y terapia ocupacional. Pude volver a escribir y dibujé para mi hija con la mano derecha, a pesar de ser zurdo. Quiero recuperarme tanto como se pueda y por eso trabajo día a día para mantener el torso, mover las manos y fortalecer mis brazos. Quiero hacerle upa, otra vez.
Voy asumiendo, poco a poco, que no volveré a caminar.
Y algunos días sí, digo: “La concha de la lora, no puedo seguir así”, porque extraño mi vida anterior. Pero hay otros días donde pienso: “Ahora, viejo, ¡a recuperarte al gimnasio!”. Mi familia me levanta cuando estoy muy bajoneado, aunque debe ser mucho más duro para ellos, que para mí.
Y por ellos, por ustedes, por todas las personas que todavía me esperan, voy a volver.
No sé cómo, ni cuándo, pero voy a volver.
A mi barrio.
sábado, 20 de agosto de 2016
Trabajos Prácticos - Primer Cuatrimestre
2 Conducta
6 Tipicidad Omisiva
Para ver las consignas de los Trabajos Prácticos, hagan click sobre el nombre. El formato de los TPs es en word.
¡Muchos éxitos!
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Trabajos Prácticos - Primer Cuatrimestre
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viernes, 19 de agosto de 2016
Material de la Comisión 7606
Para acceder al material digitalizado, hacer clic en el siguiente link:
https://drive.google.com/drive/folders/0B2lGxcGzVzvWUUZJMG5HdUlscjA
martes, 16 de agosto de 2016
Cronograma de clases primer cuatrimestre
Clase
|
Texto
|
Modalidad
|
||
1
|
16/08 M
|
Presentación
|
||
2
|
19/08 V
|
Poder
punitivo y derecho penal
|
ZN 3-23
|
Teórica
|
3
|
23/08 M
|
Poder
punitivo y derecho penal
|
ZN 3-23
|
Teórica
|
4
|
26/08 V
|
Poder
punitivo y derecho penal
|
ZN 29-62
|
Teórica
|
5
|
30/08 M
|
La pena
como delimitación del derecho penal
|
ZN 29-62
|
Teórica
|
6
|
02/09 V
|
La pena
como delimitación del derecho penal
|
ZN 29-62
Roxin. 78-103 especialmente su teoría.
|
Teórica
|
7
|
06/09M
|
Teorías de
la pena
|
PRACTICA
|
|
8
|
09/09 V
|
Método,
caracteres y fuentes del derecho penal
|
ZN 69-91
|
Teórica
|
9
|
13/09 M
|
Límites a la construcción impuestos por la
función política
|
ZN 95-120
|
Teórica
|
10
|
16/09 V
|
Límites a la construcción impuestos por la
función política
|
ZN 95-120
|
Teórica
|
11
|
20/09 M
|
Ley en el espacio y en el tiempo. Explicar
competencia universal en delitos de lesa humanidad. Capitulo 9 de Gullco. Limites territoriales.
|
Soler y
Código Comentado de Zaffa y Baigun
|
Teórica
|
12
|
23/09 V
|
PARCIAL
|
||
13
|
27/09 M
|
T. del delito. Utilidad, necesidad, niveles,
evolución
|
Tratado de Zaffa 355-376
|
Teórica
|
14
|
30/09 V
|
Conducta.
Evolución.
|
Manual
Zaffa 337-355
Texto de
Agostinetti
|
Teórica
|
15
|
04/10 M
|
Conducta. Ausencia
de conducta. Capítulo 10 de Gullco.
Conducta Caso Petruf.
|
Texto “Concepto de conducta y teoría del
delito” de Zaffa y Manual Zaffa
359-367
|
Teórica
|
16
|
07/10 V
|
La tipicidad. Tipicidad y Antijuridicidad y
bienes jurídico
|
Manual Zaffa
371-393. Texto “Garantíasy bien jurídico” de Buteler. “Derecho penal mínimo y
bienes jurídicos fundamentales “de
Ferrajoli.
|
Teórica
|
17
|
11/10 M
|
Tipicidad dolosa. Tipicidad objetiva.
Relación de causalidad
|
Manual Zaffa 395-403
|
Teórica
|
18
|
14/10 V
|
Imputación
Objetiva de Roxin y Jakobs y Estructurar bien los elementos del tipo objetivo
delitos de acción dolosos. Capitulo
11.de Gullco Relación de Causalidad.
|
Roxin 347/402
|
Teórica
|
19
|
18/10 M
|
Aspecto
subjetivo del dolo. Distintos conceptos de dolo. Error de tipo.
|
Manual
Zaffa 403- 425. “El límite en entre el dolo y la imprudencia” Magariños. “El
error de tipo” de Carlos Chinchilla Sandoval
|
Teórica
|
20
|
21/10 V
|
Consentimiento y explicar tipicidad
conglobante de Zaffaroni y alguna mención a la nueva ubicación
intrasistemática de Zaffa de la tipicidad congloabante. Ppio. De
Insignificancia. Capítulo 14 de
Gullco. Tipicidad Subjetiva. Caso Cabello
|
Roxin
509-553. Manual Zaffa 463-473
|
Teórica
|
21
|
25/10 M
|
RECUPERATORIO
|
PRACTICA
|
|
22
|
28/10 V
|
Tipo
culposo
|
Manual Zaffa 427-439 Stratenwerth320-336
|
Teórica
|
23
|
01/11 M
|
Tipicidad
culposa. Figuras preterintencionales. Ver Fallo “Louro” Capitulo 16 de Gullco. Tipicidad Subjetiva, Delitos culposos.
|
Manual Zaffa 441-450
|
Teórica
|
24
|
04/11 V
|
Parte Especial: homicidio preterintencional.
Aborto preterintencional. Estafas.
|
Donna y Código Penal
|
Teórica/Práctica
|
25
|
08/11 M
|
Tipo omisivo. Aspecto Objetivo. Omisiones
propias e impropias.
|
Manual Zaffa 451-460 y Maurach, Gosel, Zipf
|
Teórica
|
26
|
11/11 V
|
Aspecto Subjetivo. La omisión culposa. Capítulo 12 de Gullco. La omisión. Los
delitos de omisión impropia.
|
y
Maurach, Gosel, Zipf
|
Teórica
|
27
|
15/11 M
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Clase de repaso de toda la tipicidad. Dar
con un caso similar al examen
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PRACTICA
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28
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18/11 V
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Parte Especial,
Robo con armas, tenencias de armas, homicidio culposo
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Donna y
Código Penal
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Teórica/Practica
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29
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22/11 M
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Parte
Especial omisión de auxilio, abandono de personas y diferencia entre el 165 y
el 80 inc.7
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Donna y Código Penal
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Teórica/Practica
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30
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25/11 V
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Antijuridicidad.
Relación con la tipicidad. Diferencia
con nuevo concepto de Zaffa sobre la Antijuridicidad como ejercicio de un
derecho y en cuanto a la innecesariedad de los elementos subjetivos.
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Manual Zaffa 479-487 y Tratado de Zaffa
559-576
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Teórica
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31
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29/11 M
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Legítima
defensa y Estado de necesidad. Se les da un fallo de Legítima defensa La ley
T.1995-B.145.
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Manual Zaffa 489-504
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Teórica
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32
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02/12 V
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EXAMEN
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33
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09/12 M
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RECUPERATORIO
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